sábado, 19 de septiembre de 2009

Más allá del Aqueronte: el reino de Hades

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Desde Parga retornamos a la carretera principal, que seguimos durante unos pocos kilómetros hasta ver el ansiado indicador. Luego, hacia la izquierda, una corta subida que no llega al kilómetro y el aparcamiento. En frente, en lo alto del otero, están ya los derruidos muros de lo que fue un templo infernal.



El Nekromanteion, un oráculo de los muertos, es uno de los escasos templos dedicados al dios de los infiernos que los griegos nos han dejado. Y no es de extrañar su escasez pues los antiguos griegos, como otros muchos pueblos, preferían pasar desapercibidos en asuntos relacionados con el más allá. Quizá por eso Hades, el mayor de los olímpicos, no era un dios especialmente popular.

Actualmente las ruinas del complejo se encuentran en una pequeña eminencia rodeada de tierras bajas y fértiles; pero parece que, en el pasado, las aguas del infernal Aqueronte rodeaban el altozano convirtiéndolo en un pequeño islote en la desembocadura del río. Desde lo alto de la muralla que rodea el recinto se puede contemplar como la verde costa del Epiro se recorta sobre las azules aguas del mar Jónico, salpicado de islotes y de las estelas de los numerosos barcos que lo surcan...

Las ruinas del Nekromanteion, rodeadas por una muralla cuadrangular bastante bien conservada, permiten hacerse una idea fidedigna de como debió ser el santuario en sus años de apogeo. A la derecha de la puerta principal, ocupando el flanco Oeste, estaban las habitaciones de los sacerdotes; y a la izquierda, en el lado Norte, quedan los restos de lo que fueron las despensas y las oscuras habitaciones destinadas a los consultantes. Más allá, un estrecho corredor sin ningún tipo de iluminación recorría la ladera Este para, después de girar hacia el Sur, convertirse en un auténtico laberinto. Luego, tras cruzar la pequeña habitación donde se depositaban las donaciones, se llega a la escalera que baja a la sala de la sacerdotisa...
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Comunicación con el Hades
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Hay que cerrar por un momento los ojos e imaginarse al ansioso consultante que, llegado por mar desde lejanas tierras, deseaba saber algo sobre sus antepasados. Los sacerdotes lo recibirían amablemente, le cobrarían lo estipulado y, tras hacerse cargo de los regalos que el forastero traería para facilitar las cosas, le conducirían a una de las habitaciones preparadas al efecto. En esta habitación sin ventanas, totalmente oscura, el peregrino esperaría los días necesarios para que la sacerdotisa pudiera recibirle y para preparar convenientemente su ánimo. Y luego, tras acompañarlo por el largo corredor, lóbrego y tenebroso, lo introducían en el complicado laberinto de donde saldría totalmente desorientado y espiritualmente predispuesto para los ritos siguientes. El correspondiente descenso hasta la gruta ocupada por la medium, supuestamente situada encima del infernal palacio de Hades y comunicada con él a través de una enorme grieta en el suelo, completaría el clímax...

Las inquietudes de los visitantes serían las normales para tales casos: saber si el alma de su antepasado muerto estaba bien, si había podido cruzar la odiada laguna Estigia, si podía ayudarle en algo, y viceversa. Y saldrían satisfechos. Sin duda, parece que aquí reinaba una gran profesionalidad...

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