viernes, 4 de febrero de 2011

De camino hacia las tierras de Néstor Nelida

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La hora de la siesta en Olimpia

Comimos en Olimpia y salimos hacia el Sur, por Krestena, hacia la carretera litoral. Hacía calor y estábamos cansados, y la carretera, estrecha, monótona y sin acercarse al mar lo suficiente como para disfrutar de su vista, se alargaba en demasía. De vez en cuando alguna playa solitaria llamaba nuestra atención, pero nuestro deseo de llegar a Pilos antes de anochecer nos animaba a seguir. Plátanos, pinos, algún que otro olivo y, de vez en cuando, algunas vides. A la izquierda, hacia Andritsena y Karitena, se yerguen altivas las arcaicas montañas arcadias; aquí un pueblo, una granja, un asno rodeado de gallinas; allí una caleta, y luego un río.

- Es el Neda -comenta Fernando que hace de copiloto.
- ¡Ah, el famoso Neda!. Luego ese monte que se ve a lo lejos será el Liceo, el lugar de nacimiento de Zeus.
Voy a parar un rato para remojarnos en las aguas que lavaron al Zeus recién nacido.

Dicen que Rhea, huyendo de su marido, dio a luz a su tercer hijo en plena noche ahí en el monte Liceo. Luego lo bañó en estas transparentes aguas del Neda y se lo entregó a Gea, la Madre Tierra, quien, para protegerlo de los voraces deseos de su padre Cronos, se lo llevó a Creta y lo escondió en la cueva Dictea (ver Efira).

Pero la parada es muy pequeña porque sólo hemos recorrido la mitad del camino y la tarde avanza más de prisa que nosotros. Fernando toma nuevamente el mapa.

- Nos faltan veinte kilómetros hasta Kiparisia y luego unos cuarenta hasta donde está el palacio de Néstor.

La carretera es, al menos, llana. El Sol se va alejando por nuestra izquierda hacia el lejano Oeste y el tráfico es escaso, escaso pero, ¡qué manera de conducir! Pensemos en otra cosa.

- Pablo, ¿jugamos a las cartas? -propone Fernando.
- Mira, Kiparisia... Vaya birria, ¡y con lo qui parisía!
- Ja, Ja. ¡Qué chispa...!
- ¿Tú eres idiota o qué?
- Dejaros de peleas. Pablo, ¿cómo se llaman esas islas que están ahí enfrente de Kiparisia?
- Ah, espera..., ya lo tengo: son las Estrófades.

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