domingo, 15 de noviembre de 2009

Frente a la isla de Skorpios

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Skorpios, Marzo de 1975. Hace frío y el ambiente es húmedo. Hay marejada. Cristina Onassis, pálida, sin maquillar, con los ojos anegados en lágrimas, sigue el féretro de su padre hasta la pequeña capilla funeraria de mármol blanco erigida por el difunto dos años antes para Alejandro, su hijo...(1) Todo un imperio queda atrás, y la tragedia ha alcanzado su punto culminante: su primera mujer, Tina Livanos, que aunque separados era la madre de sus hijos, como en un insulto hacia él, se había casado con Stavros Niarchos, su gran rival; su querido hijo y heredero, Alejandro, perdía la vida al estrellarse el hidroavión que pilotaba y su nuevo matrimonio con la ex primera dama americana es ya un fracaso. Cansado de la vida, invadido por la miastenia y la soledad, renuncia a seguir viviendo, y un buen día, desde Neully, en Francia, regresa a su isla de Skorpios para mezclarse con su tierra. Sólo Cristina, la inestable Cristina, queda como heredera de una fortuna que ya hace veinte años se estimaba en más de mil millones de dólares... Y sólo dos años más tarde, con veintisiete años, también Cristina, quizá víctima de sus propios excesos, es llamada al más allá. Un imperio se ha derrumbado...
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¿Pero quién era este hombre, este rey de los paparazzi y del papel cuché? Aristóteles Sócrates Onassis había nacido en Esmirna, Turquía, en el año 1906. Era hijo de un próspero comerciante de tabacos y, cuando tenía sólo dieciséis años, la situación política derivada de la guerra greco-turca le obligó a emigrar. Pasó por Grecia, la patria de sus ancestros, donde la miseria existente le aconsejó dirigirse a tierras más prometedoras. Así llegó a Argentina donde, importando tabaco del negocio de su padre y exportando carne, consiguió hacerse rico. Con la gran depresión de los años treinta tuvo la gran oportunidad de comprar unos viejos barcos a precios de saldo y comenzar su vida de armador. La guerra, la suerte y la colaboración con los ejércitos aliados le convirtieron en uno de los hombres más conocidos y ricos del mundo, y sobre su flota, cual nuevo Felipe II, comenzó a no ponerse el Sol.
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Pero todo triunfador tiene también su cara oscura y Ari, como le llamaban sus amigos, estaba convencido de que su éxito económico era causa de su fracaso sentimental. Sus matrimonios con Tina Livanos, hija de otro afamado armador griego, con María Callas, rutilante estrella del mundo de la ópera, o con la anterior primera dama americana Jackeline Bouvier son tormentosos y terminan mal. En sus últimos días, el rico armador se vuelve hacia su tierra, hacia sus paisanos, y resignado, sintiendo que ha sacrificado su vida por un mundo de oropeles, mentalmente enfermo, se abandona a la espera del final.
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Dejamos atrás Skorpios y seguimos nuestro caminar a través de esta costa baja y accidentada. La vegetación llega hasta el mar y las playas son escasas y pedregosas. La zona es solitaria y el turismo no se acerca hasta aquí. Tampoco hay hoteles ni, creo yo, cámpings. Es una costa solitaria, abandonada, pantanosa y húmeda; es una costa perdida frente a la mítica isla de Odiseo.

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