domingo, 10 de enero de 2010

El Aqueloo

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El río Aqueloo aparece ante nosotros de forma inesperada. Un moderno puente de hormigón armado sobrevuela el amplio cauce de aguas turbias y nos traslada al otro lado, a la provincia de Acarnania. Allí, junto a la orilla, nos detenemos para observar el tranquilo discurrir de este poderoso dios-río, para sentir su imponente majestuosidad y para transportarnos a aquellos tiempos en que la imaginación popular le hacía centro de numerosos mitos.


Como parece lógico, aunque no haya coincidencia entre las distintas versiones existentes, el dios-río Aqueloo debía ser hijo de Océano y de Tetis, y era famoso y temido en toda Grecia hasta el punto de que el oráculo de Dodona recomendaba a todas sus visitantes que realizaran la primera ofrenda siempre a ese dios. Y, ciertamente, en todas partes se juraba en su nombre. Sus aventuras fueron numerosas, pero, dada nuestra proximidad a Calidón, nos detendremos sólo en la que le relaciona con Deyanira, la hija de Eneo, el rey de la localidad citada.


El rapto de Deyanira, de Guido Reni

Deyanira debía ser muy hermosa por lo que Aqueloo no tardó en enamorarse de ella. Sin embargo, Meleagro (véase más adelante), el fallecido hermano de la muchacha, con ocasión de la visita de Heracles al Erebo, había pedido a éste que desposara a su hermana, y el héroe se había comprometido a ello. Así que la lucha entre los dos pretendientes era inevitable. Inevitable y terrible: Aqueloo se transformó sucesivamente en serpiente y en toro, pero, ni así consiguió vencer al hijo de Alcmena. Es más, en un momento de la lucha, Heracles le asió de uno de los cuernos y se lo arrancó de cuajo. Al final, el dios-río tuvo que abandonar sus pretensiones sobre Deyanira y la joven pudo casarse con Heracles lo que, como es sabido (véase "Así combatiremos a la sombra"), causó la trágica muerte del héroe.

Y dicen, aunque quizá no sea verdad, que el cuerno de Aqueloo, relleno de toda clase de frutos por las ninfas del río, se convirtió en la famosa cornucopia o cuerno de la abundancia. Pero, decíamos que no debía ser verdad porque la auténtica cornucopia parece haber sido el cuerno de la cabra Amaltea, la que amamantó al Zeus niño, y no éste del río Aqueloo.


Y cuando terminamos la historia, vieja como el mundo, del triángulo amoroso entre Deyanira y sus dos pretendientes (que acabó, como era de esperar, con el enfrentamiento entre los dos enamorados), todavía nos entretenemos un rato bajo los umbrosos chopos de la orilla, charlando y recordando a los héroes míticos que conquistaron esta tierra.
 
Alcmeón, uno de los epígonos que participaron en la toma de la ciudad de Tebas, había matado a su madre Erifile por haberle embaucado para que tomara parte en aquella cruel expedición (Alcmeón se enteró de que su madre le convenció tras haber sido sobornada con el famoso collar que había sido de Harmonía. Véase Cadmo y Harmonía, en Tebas). Como consecuencia del matricidio, fue perseguido por las Erinias y tuvo que huir hasta Psófide donde el rey Fegeo le purificó. En agradecimiento, Alcmeón se casó con su hija Arsínoe a quien regaló el célebre collar. Pero las Erinias continuaron persiguiéndolo, por lo que, abandonando Psófide, huyó hasta Tesprotia; y como allí fue rechazado tuvo que cruzar el Aqueloo para establecerse aquí, en su orilla oriental, en Acarnania. Luego se casó con Calírroe, hermana de las ninfas Castalia (véase la fuente Castalia en Delfos) y Pirene (véase la fuente Pirene en Corinto), todas ellas hijas de Aqueloo, el dios-río.

Pero, a petición de su nueva esposa Calírroe, Alcmeón pretendió recuperar de su anterior mujer el insigne collar; ello molestó a Fegeo quien, con la ayuda de sus hijos, mató a Alcmeón. Calírroe, ahora sola y con dos hijos pequeños (llamados Acarnán y Anfótero) y deseando vengar la muerte de su marido, pidió a Zeus que los niños se hicieran adultos en una sola noche. El padre de los dioses, después de aprovechar la ocasión para hacerse amante de la solitaria ninfa, accedió a su deseo, y los niños se hicieron mayores de inmediato, declararon la guerra a Fegeo y mataron tanto a él como a sus descendientes.


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Años más tarde, Acarnán, el heredero de Alcmeón, deseando casarse con Hipodamía, la hija de Enomao, acudió a Pisa como pretendiente, y allí, al parecer, fue muerto por Enómao en una de sus sanguinarias carreras de carros (véase, más adelante, Pélope y Enomao). Pero, estas tierras bañadas por el Aqueloo todavía conservan el nombre de Acarnania en recuerdo del héroe.

El puente sobre el Aqueloo está a unos pocos kilómetros de su desembocadura. Nosotros, queriendo acercarnos a la costa, tomamos el primer desvío que salía hacia la derecha, pero no llevaba a ninguna parte. Luego tomamos el segundo, y el tercero... ¡Cuántos esfuerzos para acercarnos de nuevo a la costa! Una y otra vez debíamos reandar lo andado, pues el camino se acababa o se volvía intransitable o retornaba al punto de partida. Pero queríamos llegar, teníamos que llegar a la punta Escrofa, a ese punto desde el que divisar las onduladas aguas sobre la que se desarrolló la mayor batalla que vieron los siglos.

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