sábado, 18 de junio de 2011

Por las tierras de Néstor: Melampo

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Paisano en Pilos (foto: José Cerdeira)

Tiro, después de haber sido madre de Pelias y de Neleo, se casó con su tío Creteo de quien tuvo varios hijos entre los cuales destaca Eson, el padre de Jasón, y Amitaón, quien sería padre de Melampo, el adivino.

Melampo vivía en Pilos con su hermano Biante, quien se había enamorado de su prima Pero, la hermana de Néstor. Sin embargo, como a causa de su extraordinaria belleza Pero tenía numerosos pretendientes, su padre Neleo decidió casarla sólo con aquel que fuera capaz de entregarle el ganado del rey Fílaco. Claro que Fílaco vigilaba continuamente su preciado ganado mediante un enorme perro que, al parecer, no dormía jamás, lo que hacía la misión de apoderarse del ganado poco menos que imposible. Y es aquí donde Melampo decidió ayudar a su querido hermano a robar el vigilado rebaño.

Para ello, Melampo contaba con alguna ventaja. Así, cuando era aún pequeño, al haber salvado la vida a unas serpientes y quedarse dormido luego, ellas, agradecidas, le lamieron los oídos haciendo posible que pudiera entender el lenguaje de las aves. Como consecuencia de esta habilidad pudo saber que la única forma de apoderarse del ganado de Fílaco era dejarse coger prisionero y pasarse como tal al menos un año, después de lo cual podría conseguir el objetivo. Y así lo hizo: se acercó al rebaño y se dejó sorprender sin ofrecer ninguna resistencia. Como había supuesto, Fílaco lo detuvo y lo encerró, y así pasó casi un año. Mas, la víspera de cumplirse el año, estando Melampo escuchando distraído la conversación de dos carcomas que hablaban desde una de las vigas del techo, pudo oír como una de ellas preguntaba con un suspiro de cansancio:

- ¿Cuántos días de roer nos quedan todavía, hermana?
La otra, con la boca llena de polvo de madera, contestó:
- Estamos progresando mucho. La viga caerá mañana al amanecer si no perdemos el tiempo en conversaciones inútiles(1).

Melampo no esperó más y llamó inmediatamente a Fílaco pidiéndole que lo sacara de allí pues el techo iba a derrumbarse de un momento a otro. Se rió Fílaco, más aceptó la petición, y al otro día, cuando el techo se cayó tal como Melampo había prometido, se dio cuenta de que estaba ante un hombre con capacidades especiales.

Tenía Fílaco un hijo llamado Ificlo, famoso por su rapidez, lo que le permitía correr sobre las aguas sin hundirse, y que fue uno de los argonautas. Pero este Ificlo era impotente pues, de pequeño, presenciando como su padre castraba carneros, se encontró de pronto con el cuchillo ensangrentado de su padre y pensó que iba a hacer lo mismo con él. Ante el espanto del pequeño, su padre clavó el cuchillo en un peral y corrió a consolar al niño, mas éste no se recuperó del susto. Así que, en cuanto Fílaco supo de los poderes de Melampo le ofreció todos sus rebaños si era capaz de curar de la impotencia a su hijo.

Comenzó Melampo por propiciar a Apolo ofreciéndole un sacrificio de dos toros, cuyos fémures, bien cubiertos con la grasa, quemó debidamente. Luego esperó hasta que un par de buitres se acercaron al altar charlando animadamente. Melampo escuchó con atención, pues, uno de ellos comentaba al otro el problema de Ificlo, y cual sería la única solución posible a tal situación. Cuando se hubo enterado, corrió a poner en marcha el remedio, consistente en extraer el orín del viejo cuchillo olvidado en el peral y administrárselo a Ificlo mezclado con agua. El brebaje fue eficaz, y pronto pudo Ificlo engendrar un niño a quien, a su debido tiempo, pusieron por nombre Podarces. Y Melampo pudo irse con el ganado que Fílaco le dio y entregárselo a Neleo a cambio de su hija Pero la cual, todavía virgen, cedió a su querido hermano Biante.
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1.- Robert Graves. Los Mitos Griegos. Alianza Editoria.